Pidiendo un imposible

Por: Grover Pango Vildoso

De pronto –aunque ya se esperaba- el centro de las reflexiones y los debates gira en torno al pedido de “indulto humanitario” que se ha presentado ante el Ministerio de Justicia a favor de Alberto Fujimori. El ex – presidente tiene sentencia a 25 años de prisión, acusado de graves delitos como secuestro agravado y lesa humanidad.
El señor Fujimori niega culpabilidad alguna y no es él quien solicita el indulto, sino sus hijos. Menudo problema en manos del Presidente Ollanta Humala. Qué debe y no debe hacer: he ahí el dilema que tiene dividida a la opinión pública y de seguro atormenta las vigilias del gobernante. Cualesquiera sea su decisión –que jamás satisfará plenamente a los opinantes- lo inevitable será eludir sus interpretaciones y sus secuelas políticas. Por eso pienso que quienes se esfuerzan en reclamar que la decisión presidencial sea totalmente aséptica, es decir carente del más leve cariz político, están solicitando un imposible.
 Ello sólo ocurriría frente a una persona moribunda, inerme e inerte, que no es el caso.
 De darse el indulto, imposible será que no se piense que algún beneficio espera el gobernante con esa decisión.
De allí en adelante, los votos del fujimorismo en el Congreso serán observados como una manifestación de gratitud cuando coincidan con las intenciones de la bancada de gobierno. Y esa es una interpretación política. Se habla de la “muerte cívica”, pero esta figura parece estar desacreditada y, para abundar en las resonancias políticas del asunto, el fujimorismo tiene una expresión partidaria realmente existente, parlamentaria y pública, que excede a la persona que le dio origen pero que al mismo tiempo se nutre de su existencia. Será imposible dejar de ver a Fujimori detrás de lo que haga el fujimorismo.
 Algunos expertos mencionan un posible “arresto domiciliario”, pero la alternativa parece no reunir fundamentos para su aplicación que sean distintos a los que amparan la solicitad del “indulto humanitario”. Por supuesto no faltarán –y ya se escuchan voces- quienes reclamen para otros sentenciados (que incluye a terroristas) la obtención de la misma gracia presidencial, argumentando que como seres humanos todos tienen el mismo derecho y merecen el mismo trato.
 Tal vez corra a favor del mandatario la no obligatoriedad de una respuesta inmediata, pero esto no diluye ni menos hace desaparecer la disyuntiva insoluble de en qué momento una decisión es puramente científica y por consecuencia piadosa, incapaz de confundirse con un acto político interesado cuando se trata –nada menos- que de un líder vigente.
 Finalmente me queda una duda muy grande cuando se alega que el indulto solicitado habrá de contribuir a la reconciliación nacional.
 Ojalá así fuera, pero tengo la impresión que una persona que alega inocencia absoluta [por tanto no tiene nada de qué arrepentirse] y ni siquiera se lamenta de su poca atención, rapidez o energía para contener a quienes asesinaban prácticamente en su nombre, no contribuye en nada a buscar una auténtica RECONCILIACIÓN entre los peruanos.
Pero que quede claro: con quienes proclaman la violencia y defienden al terrorismo y sus inauditas razones, la reconciliación debe ser inadmisible.

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